Los caminos de indagación personal se parecen a las búsquedas de diamantes. Al principio, cuando los exploradores hallan unos pocos brillos en el barro, se exaltan creyendo que eso es todo lo que hay. Pero luego, a medida que van cavando más, no dejan de maravillarse ante tantas piedras preciosas, y lo que antes significaba una gran riqueza, ahora resulta insignificante en presencia del nuevo tesoro. Del mismo modo, cuando emprendemos búsquedas espirituales, sería una pena darnos por satisfechos ante los primeros descubrimientos personales. Es un camino que está empezando, por lo tanto precisamos continuar hasta iluminar la sabiduría interior que había quedado oculta. Claro que toda actitud de exploración interior requiere humildad y valentía para reconocer que las experiencias vitales -es decir, todo aquello que nos acontece- son proyecciones externas de nuestros pensamientos y del material interior con el que no estamos dispuestos a entrar en contacto. Nuestras vidas siempre expresan eso que somos. Por eso, si estamos sufriendo, si tenemos “mala suerte”, si no estamos felices con nuestro devenir, si pretendemos cambiar nuestras condiciones de vida, si anhelamos salud y serenidad…no tenemos más opción que hacernos cargo de la totalidad de aquello que somos. No es fácil. Hay un precio a pagar: en principio tendremos que dejar de lado la comodidad de permanecer encerrados en nuestras creencias infantiles y por otro lado tendremos que asumir la responsabilidad sobre todos los actos de nuestras vidas, especialmente sobre las acciones pequeñas y cotidianas. Las épocas de Navidad, Año Nuevo y Reyes Magos y las oraciones que acompañan estas fechas, elevan las meditaciones colectivas y resultan perfectas para abocarnos al recogimiento y al encuentro con el ser esencial que vibra en nuestro interior. Es un instante perfecto para entrar en sintonía con los dolores pasados y darles un sentido trascendental.
Laura Gutman