Investigando la sombra de cada individuo, nos encontramos con una inmensidad inabarcable. Sin embargo hay que empezar por algún lugar por más que sea un recorte ficticio. Yo propongo evocar la infancia aunque el mayor obstáculo es que aquello que los individuos relatamos, está constituido por una sobredosis de discursos engañados como he descrito detalladamente en los libros El poder del discurso materno y en Amor o dominación: los estragos del patriarcado. Nuestros recuerdos, experiencias e interpretaciones se establecieron en base a lo que alguien muy importante nos ha dicho. Ese alguien en la mayoría de los casos ha sido nuestra madre. ¿Por qué apuntamos a nuestra madre? Porque fue la persona más importante con quien nos hemos vinculado durante la niñez, si es que ella nos crió. Incluso si la recordamos violenta, sin recursos o víctima; hemos organizado nuestro sistema de creencias desde su punto de vista. No tenemos conciencia del grado de coincidencia emocional que establecemos con nuestras madres o con la persona que nos ha criado. Los behacheadores (profesionales entrenados en acompañar be-haches (biografías humanas)- tenemos que detectar y desactivar esa lealtad emocional. ¿Por qué haríamos algo así? Porque estamos tratando de encontrar al niño real que hemos sido. Sin opiniones a favor ni en contra de nada.
Esto suele ser revelador cuando atravesamos la experiencia de la construcción de nuestra propia biografía humana. En ocasiones nos resulta inaceptable. Estamos marcando una diferencia entre el discurso materno (todo aquello que mamá nombró, pensó, valoró o temió) versus la realidad tal como la hemos vivido. Si nosotros organizamos los recuerdos según la lente de mamá, nuestro punto de vista estará teñido.
La dificultad es que no contamos con el punto de vista del niño que hemos sido. Eso es lo que el behacheador va a imaginar. ¿Cómo lo logra? Además del entrenamiento, se requiere olfato, intuición, una cuota de magia, interés, amor, servicio y generosidad. Además de una mente ágil y perspicaz. Recordemos que ansiamos encontrar algo que nadie ha visto. Por lo tanto no podemos adormecernos en teorías desgastadas ya que cada biografía humana es un nuevo desafío y como tal, será único. Un artista no podrá pintar dos lienzos iguales. En la investigación de las biografías humanas sucede lo mismo.
¿Cómo abordaremos esos recuerdos infantiles del consultante que -paradójicamente- no recuerda? Ese es el reto. De hecho este trabajo se asemeja a las investigaciones de los detectives, más que a los tratamientos psicológicos. Tenemos que buscar y encontrar algo que no es nada evidente para el individuo. Eso es buscar sombra. En primer lugar buscaremos de quién es el discurso y constataremos que nuestras creencias no son propias sino que son ideas organizadas dentro del pacto de lealtad hacia nuestra madre.
Nuestro propósito -al inicio- es hallar un tesoro escondido que es el niño que nuestro consultante ha sido. Y cuando lo encontramos, verificaremos que la dimensión del desamparo vivido ha sido enorme. ¿Exagero? Me encantaría que todo esto sea fruto de mi imaginación. Pero no, la realidad se impone. En efecto es difícil encontrar un adulto a quien -siendo niño- le hayan cubierto sus necesidades básicas amorosas. Nuestra civilización nos entrena para la lucha y la conquista, no para la solidaridad ni la empatía. Por eso casi todos los individuos somos sobrevivientes del terror infantil. Cuando lo asumamos, nos daremos cuenta que tenemos mucho por hacer a favor de nuestra descendencia.
Laura Gutman