¿Qué pasa si a un consultante le parece demasiado “fuerte” lo que le decimos? Esta es una fantasía habitual. En verdad, nadie puede decir nada más “fuerte” o doloroso que lo que el individuo ya vive en su interior, lo sepa o no. De cualquier forma, no se trata de hacer interpretaciones a mansalva. No. Sino de nombrar todo aquello que no ha sido nombrado. Si realmente “encaja” en la vivencia interna del individuo, sencillamente va a corroborar que “eso” que a lo largo de su vida sintió, “se dice” con palabras parecidas a las que el profesional está utilizando. Y si no le “calza”, pues dirá que no, que no lo siente así. No pasa nada. Significa que nos estamos equivocando y que tendremos que desviar nuestra investigación hacia otro lado. Es un trabajo detectivesco. E ingrato. Porque generalmente nos encontramos con realidades mucho más hostiles, violentas, inhumanas o feroces de lo que imaginábamos. Buscar sombra siempre es doloroso. Pero permanecer ciegos es más doloroso aún.
Respecto a la contundencia para compartir con el consultante aquello que vemos en un escenario, no encuentro nada más noble y generoso. Tenemos la obligación de hablar con claridad y sencillez. Estamos todos tan intoxicados por confusiones, engaños, mentiras, secretos, tergiversaciones y lentes empañados, que nada puede ser más saludable que la firmeza de nuestras palabras que nombren estados emocionales reales. No se trata de interpretar. Se trata de nombrar escenarios completos y verificar hasta qué punto vibran en el ser interior de cada individuo. ¿Para qué esperar, dar vueltas, confundir, disfrazar, suavizar o manipular la información? Justamente, eso es lo que han hecho los adultos cuando fuimos niños. Eso es lo que ha minado la confianza en nuestras “corazonadas”. Eso es lo que nos ha alejado de nuestro eje. Un buen detective -una vez que arma el rompecabezas y verifica que las piezas van encajando con precision- tiene la obligación de compartir esa visión con el dueño de la biografía humana, que es al único a quien le compete.
A mí me llama la atención que nos parezca “duro” decir las cosas “tal cual son” a un adulto -refiriéndonos por ejemplo al desamparo que vivió ese adulto durante su primera infancia– pero al mismo tiempo que no nos conmueva el ocultamiento de hechos concretos a un niño mientras los está viviendo cada día en su propia casa, frente a sus narices, entre adultos asegurándole que eso que pasa en realidad no pasa. Eso sí es enloquecedor y cruel. En cambio decir la verdad nunca es cruel. La verdad puede ser dura, pero decirla ordena y suaviza el campo emocional.
La metodología de la biografía humana requiere entrenamiento, arte, empatía y experiencia. Es indispensable dejar en claro que ésta es una investigación que hacemos entre dos personas: Alguien que espera conocerse más y alguien que va a ayudar a mirar el escenario desde afuera acercando las voces de todos. Recordando que el propósito es abordar con contundencia, la verdad.
Laura Gutman