El miedo es una emoción importantísima para nuestra supervivencia, porque nos permite detectar el peligro y tomar la decisión de enfrentar o de huir. Pero hay algo que no está previsto en el diseño original del ser humano y es que nuestra madre no haya sido capaz de satisfacer nuestras necesidades, no haya podido protegernos de los depredadores y -en algunos casos- incluso que se haya convertido en nuestra peor depredadora. En esos casos el miedo inunda todo porque –cuando somos niños- nuestra madre es todo el universo. Así crecemos: temerosos y desconfiados ya que nos puede suceder cualquier cosa si estamos distraídos. Si alguien nos amenaza, nos grita, nos acusa o nos castiga, el terror nos paraliza.
Esto que nos sucede en el ámbito individual luego se refleja en el ámbito colectivo. Cuando los organismos de poder nos amenazan o nos hacen creer que hay una amenaza latente (como el cuco o el señor de la bolsa cuando fuimos niños) nuestra reacción es automática. Y cual niños nos enceguecemos a causa del miedo. Haremos lo que sea necesario (o lo que mamá dictamine).
Tal vez recuerden que hace pocos años se instaló en los medios de comunicación una psicosis colectiva por la aparición de la temible Gripe A. El bombardeo mediático fue impresionante. Todos teníamos miedo. Hasta que se vendieron unos cuantos millones de dosis de Tamiflu (un antiviral) para la terrible gripe H1N1 que con un nombre tan futurista, daba más miedo todavía. ¿Qué pasó luego? Nada, una vez que los laboratorios hicieron su negocio, no pasó nada más.
Me recuerda la película “Wag the dog” (1997), cuyo título en español fue “La cortina de humo” con Dustin Hoffmann y Robert De Niro. Se trataba de un grupo de políticos que necesitaban tapar un escándalo sexual de un presidente de EEUU que pretendía ser reelegido -parodiando el affaire Clinton/Lewinsky-. Para lograrlo contratan a un productor de cine que -al mejor estilo “Hollywood”- recreaba escenas de una guerra en Albania (país remoto para la mayoría de los americanos) para difundirlas en la televisión y desviar la atención sobre una guerra tan atroz como inexistente.
Aunque se trata de una película, refleja exactamente lo que nos pasa en realidad.
Y aquí estamos hoy una vez más, sometidos a una campaña de pánico. Es el marketing del miedo, que encaja en lugares primarios muy reales para cada uno de nosotros. Josep Pàmies, un experto español especialista en plantas medicinales, es uno -entre otros- que nos alerta sobre este nuevo montaje al igual que en la película. Su organización ha ofrecido a Guinea posibles soluciones al Ébola que no han sido recibidas. La planta Garcinia kola, ya usada popularmente por los curanderos de la zona, ofrece grandes resultados para esta enfermedad pero la OMS prefiere prohibirla y sintetizarla para poder patentar así la fórmula milagrosa. La Artemisia Annua es también una planta extraordinaria que potencia el sistema inmunitario y elimina la Malaria y el Dengue, enfermedades que realmente matan a cientos de miles de individuos en África.
¿Nos vamos a contagiar de Ébola?. En principio vamos a comprar y consumir las drogas sintetizadas que aparecerán muy pronto en el mercado. Tal vez todo el año 2015 estemos en estado de pánico con este asunto, que además viene importado de un lugar tan inconcebible como Sierra Leona (la mayoría de nosotros no sabría ubicarla en un mapa, salvo buscando en Google). Es un país suficientemente lejano y misterioso para fabricar una enfermedad terrible. ¿Qué podemos hacer?. Darnos cuenta que ya no somos niños y que cuando mamá nos amenazaba con que el señor de la bolsa nos iba a secuestrar, poco y nada podíamos hacer. En cambio ahora sí podemos abrir la puerta y salir al mundo, podemos informarnos, podemos cotejar las informaciones –algunas disparatadas-. En fin, podemos usar el sentido común y luego -por fuera del miedo- tomar las decisiones que queramos.
Laura Gutman